La verdad es que quería que esto
fuera un blog.
“Mamá no sufras”
A tí no sé, querid@ leyente, pero
en mi cabeza te juro que es un título flipante. De verdad, llevo dos años con él dando vueltas en la cabeza.
Excepcional.
Brillante.
Sensacional.
Sensacional.
Mamá no sufras, un blog trending topic con miles
de poemas, miles de visitas y miles de artículos graciosos en los que os enseño
la fantástica relación de amor-odio que vivo con mi madre.
Por suerte, hace poco alguien
muy sabio me miró con una cara de “dónde vas, colgada de la vida” y me planteó
la maravillosa idea de convertir mi loco sueño en una sección dentro de este
blog que estoy intentado revivir. Un pequeño espacio para contar todas esas
venturas y desventuras con mi madre, que ya son unos cuantos años y las cosas
uno tiene que sacarlas, que si no se enquistan o se olvidan.
Así tengo una excusa más para
ponerme a escribir.
Porque eso es justo lo que yo
quiero en mi vida, escribir. Cuentos, poemas, fantásticos guiones, increíbles
novelas.
Aparte de dedicarme a escribir,
también he querido ser diseñadora de ropa, bióloga marina, princesa,
arqueóloga, músico profesional y organizadora de apoteósicos festivales.
Como se puede observar, soy una
persona muy polifacética. Por desgracia, mi madre nunca ha considerado mis
aficiones como una verdadera carrera profesional en el curso de la vida, aunque yo todo,
todo, lo veo con una pasión inmensa, lo juro. También lo del santuario de
pingüinos. Y aquello de ser patinadora profesional.
Yo me visualizaba en los Juegos
de Invierno, lo prometo.
Creer es la clave.
Sin embargo, mi madre, a golpes
de realismo y salero andaluz, se ha dedicado a "hacerme madurar", aunque fantaseo lo suficiente como para seguir creyendo
en los sueños.
Porque lo que
siempre, siempre, siempre he querido, ha sido contar historias.
Y por eso, querid@ leyente, tienes esto delante.
Como ya te habrás dado cuenta, si
no has cerrado la página antes, he decidido hacer caso a
los sabios, hacer una pequeña sección y a ver qué pasa.
Para terminar este primer
acercamiento a Mamá no sufras y, gracias a mi fuerte dramatismo interno,
me gustaría acabar esta introducción de una forma solemne y formal, para que mi
querida madre, sufridora ella, a-ver-qué-va-a-ser-de-mi-hija, se quede
tranquila:
-Mamá, no
sufras, porque prometo contar en estas historias la verdad, toda la verdad y
nada más que la verdad, aunque a lo mejor y a veces, la condimento un poquito.
Ya sabes, por eso de hacer literatura.
-Mamá, no
sufras, porque me guste escribir, soñar y viajar, porque no quiera lo mismo. Te
creo una persona grande por haber conseguido todo lo que has querido.
-Mamá, no
sufras porque, a pesar de todo lo que leas aquí, te quiero mucho. De verdad de
la buena.
-Mamá, no
sufras. El mundo y yo estaremos bien.
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