14 octubre, 2019

La leyenda del príncipe destronado (cuento sobre niños)


Una carita se asoma por el marco de la puerta.

Mamá está sentada en el sofá, con el bebé ese en brazos. Parece que le canta una canción. Su canción.

     Mamá, mamá, ¿me lees un cuento?

     Ahora no puedo Íñigo, estoy durmiendo a Lucía. Vete a tu habitación a jugar, luego voy contigo.



Una carita triste se asoma por el marco de la puerta.

Papá tiene en brazos al bebé, lo lanza al aire y lo recoge. El bebé se ríe.

     Papá, papá, ¿me lo haces a mí también?

     No puedo Íñigo, tú ya pesas mucho. Eres un chico mayor.



Una carita que no puede dormir se encoge debajo de las sábanas.

¿Por qué todo es para el bebé? ¿Mis papás ya no quieren ser mis papás?

Íñigo se chupa el dedo y piensa. Esto no puede seguir así. 
Toma una decisión:

Tiene que devolver el bebé al hospital del que un día vino con mamá.


Se escurre de la cama y se pone de pie. Traga saliva. El monstruo del armario siempre le ha dado miedo. Pero él ya es un chico mayor, se lo ha dicho su papá. Es un chico mayor.

Aprieta los puños coge aire y pasa, rápido, muy rápido, por delante del armario.

Lo ha conseguido.

Íñigo sonríe.

Corre de puntillas por el pasillo.



Una carita decidida se asoma por el marco de la puerta.

La cuna está al fondo de la habitación de juegos. Mamá dice que ahora va a ser la nueva habitación de esa mocosa.

Íñigo se acerca a la cuna, se agarra al borde y se impulsa. Cae dentro. El bebé se ríe.

Íñigo mira a la niña. Quiere cogerla para llevársela, pero Lucía le tira del pelo.

     ¿Qué haces? ¡Me haces daño!

El bebé se ríe.

     ¡Vas a despertar a mis papás!

Lucía le toca la cara y se vuelve a reír. Íñigo la mira confuso. Lucía le da un beso, un beso baboso de bebé.

Íñigo se limpia, mira a la niña y sonríe.

Este bebé no tiene remedio.









     ¡Julia... Julia! Cariño, Íñigo no está en su cama

     Shh... calla, calla, está aquí.

     ¿Aquí? ¿Dónde? ¿Con la niña? ¿Y qué hace ahí?

     Míralos... Están dormidos. Pobrecito.
    –     La verdad es que nuestro niño sigue siendo un pequeñajo. Te quedas tu mañana con Lucía y yo me lo llevo al parque. Voy a quitarle los ruedines a su bici.

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