09 abril, 2013

La inseguridad de la marmota (cuento para niños)

El marmoto nunca había querido ser marmota.
El marmoto simplemente quería ser otra cosa.
Podía haber nacido pájaro, cocodrilo o gato siamés.
Pero salió como salió y por ello no podía dormir - algo muy duro siendo marmota -.

El marmoto no hacía lo mismo que los demás.
El marmoto se sentaba a mirar el mundo y a lamentarse por ser quién era.
"¡Pobre marmoto!" dijo un día una marmota.
Se acercó con salero y le mordisqueó el hocico .
"¡Yo no quiero marmotas!" gritó el marmoto.
El resto de marmotas pensaron que estaba loco.
Y le dejaron en paz.

Y hete aquí que el marmoto, estando un día muy triste, vio pasar a un humano.
El marmoto al verlo tan seguro, de repente supo lo que quería hacer.
Se puso un chaqué y pajarita y se fue a comprar un gran monóculo.
Y paseando por las calles como un señor, el marmoto se creía casi feliz.

Y digo casi, porque el mundo humano no es para las marmotas.
Todo iba tan rápido, tan rápido que el pobre marmoto casi pierde su monóculo.
La gente le ignoraba, no por ser marmota, sino porque no miraban ni al cruzar.
Pero de esto, el marmoto aún no se daba cuenta.

E iba a fiestas y al teatro - pero le entraba sueño al llegar -, comía carne a la parrilla - con gran repulsión para él - y hasta se enamoró de una mujer.
Pero ay! la mujer, al verlo tan marmota, le recordó que el no era humano.
Y sin decir más se marchó, dejando a marmoto con su humanidad por el suelo.

Y al ver que aquello del chaqué y el monóculo no eran para él, cogió todo su marmotismo, se lo puso bien alto y con orgullo, gritó:
¡Yo no soy humano, soy marmoto!
Y con grandeza y pasos de rey, se fue caminando a su cueva.
Y se casó con la marmota.
Y como buen marmoto, recuperó todas sus horas de sueño y durmió aún muchas, muchas más; feliz y contento de no ser un humano nunca más.
Uno es más feliz siendo marmota.



Moraleja (o, al menos, una de ellas): cuanto más durmamos, más felices seremos. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y, ¿qué fue de los marmotillos? No nos dejes con las ganas de saber de ellos.

Anónimo dijo...

Siempre has tenido un don para hacer y decir chorradas, para escribir y para tomar buenas fotos. Una visión singular de la vida que sabes plasmar en algo diferente y optimista.

Sin lugar a dudas deberías volver a escribir.

Cualquier día es bueno para volver a olvidarte una peonza polvorienta en el desván de la abuela.

¿Quién sabe? Quizás la vea alguien en el metro y no tenga palabras para describirla.

Alegría visual

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