07 septiembre, 2011

Flamenco.

Se sientan en corro.
En mitad de la plaza.
A jazmín y azahar huele la noche.

Rasgueo de una guitarra española.
Suave y tranquila. Despacio.
Un cajón flamenco empieza.
Golpes secos, un, dos, tres.
De repente, una voz grave rompe el aire.



Palmas a contratiempo.
Un, dos, tres.
Tres chicas se mueven. Aún despacio.
Un, dos, tres.
Un.

La guitarra empieza a correr. Y la voz la acompaña.
La chica de la izquierda se levanta y comienza a bailar.

Ojos negros, pelo negro, se mueven en la noche, al son de la guitarra.
Sus manos morenas se aceleran y su cuerpo danza, gira.
Vuela. La bailaora taconea.
La guitarra rasguea, rápido, cada vez más rápido.
Un quejido. La voz rota gime,
gime un cante flamenco.

Ojos negros, pelo negro, envueltos en jazmín.
Porque la noche no pierde su perfume.
La chica da palmas.
Un, dos, tres.
Ella da vueltas, taconea y fruce el ceño.
Disfruta del cante flamenco.

De repente paran las palmas y el son de la guitarra.
La chica suspira.
Y sólo se escucha el golpeteo, ahora suave,
del cajón flamenco.

La luna sigue brillando para que ellos no paren.
Uno y dos. Un.
La chica acaricia el aire con su cuerpo. Despacio.
Y el mundo la mira.

A jazmín y azahar huele la noche.
Para el golpeteo.

Silencio.

La guitarra, de nuevo sola, suave y despacio.
La chica mira a la luna y sus manos bailan con ella.
Se enreda con el aire cuando la velocidad aumenta.
Y las palmas de los muchachos corren, y la voz se queja de nuevo.
Y el mundo se ilumina con el brillo de la luna.

Ojos negros, pelo negro, que dan vueltas y más vueltas.
Un, dos, tres; un, dos, tres.
Y el cajón corre.
Un, dos, tres; un, dos, tres.
Y la cara de la chica se transforma en cante.
Un, dos, tres. Un.
Y los muchachos no paran de dar palmas.
Un dos tres.
Y la guitarra rasguea, raspando la noche.

La voz de repente, se mantiene en el aire y sujeta el aliento.
Y todo para, de nuevo.
Y las manos de la chica juegan entre ellas.

El cajón flamenco frena.
Los acordes terminan y se pierden.
Ojos negros, pelo negro, se despiden de la plaza.
Las palmas resuenan en eco.
Y la voz, ya rota, se esconde. (Y la voz rota ya se esconde)

La luna sigue brillando.
Porque aún en silencio, a jazmín y azahar huele la noche.





Era verano, era Granada, había tabaco y sonaba flamenco.

3 comentarios:

Mr. Hun Shu dijo...

Me gusta la musicalidad de la historia. ¿Volaron los sueños?

S. Raló dijo...

Se quedaron en la cama.
Estabán más cómodos.

Lamardestrellas dijo...

A mí también me gusta la musicalidad, como a Jesús, he oído lo que leía... Mi frase favorita: La chica acaricia el aire con su cuerpo.

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