El marmoto nunca había querido ser marmota.
El marmoto simplemente quería ser otra cosa.
Podía haber nacido pájaro, cocodrilo o gato siamés.
Pero salió como salió y por ello no podía dormir - algo muy duro siendo marmota -.
El marmoto no hacía lo mismo que los demás.
El marmoto se sentaba a mirar el mundo y a lamentarse por ser quién era.
"¡Pobre marmoto!" dijo un día una marmota.
Se acercó con salero y le mordisqueó el hocico .
"¡Yo no quiero marmotas!" gritó el marmoto.
El resto de marmotas pensaron que estaba loco.
Y le dejaron en paz.
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